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Cuarteto

16.12.2024
Cuarteto

El año pasado, a principios de diciembre, mi mujer y yo y nuestros amigos más íntimos, también un matrimonio, habíamos reservado un fin de semana en una pequeña pensión de montaña. Queríamos vivir una auténtica experiencia de esquí antes de que llegaran las vacaciones, pero en ese momento no tenía idea de que sería el mejor fin de semana de mi vida.

Después de registrarnos, nos duchamos y nos reunimos en el restaurante, y las chicas empezaron a sonreír de forma extraña. Después de un rato se guiñaron un ojo, soltaron una risita y ambas pusieron al mismo tiempo sobre la mesa un pequeño objeto con botoncitos.

- ¿Qué es eso?, - dijo Marcus.
Pero lo tuve claro enseguida. Controles. ¿Pero de qué?

Anna miró a su marido con expresión inocente:

- ¿Recuerdas, cariño, que me dijiste que eligiera algo para mí en Navidad este año para asegurarme de que me gustaría? Así que elegí algo, un poco antes de tiempo, es cierto, pero aquí lo tienes y es ideal para este momento. Ese algo está bien escondido y tú puedes controlarlo.

Le guiñé un ojo a Katrin y por su expresión me di cuenta de que estábamos en sintonía. De repente, los pantalones me empezaron a apretar.

- Bueno, no me digas, - jadeó Marcus, - ¡probémoslo ahora!

Él pulsó el botón de su control y yo pulsé el del mío. Anna se tembló ligeramente y se mordió el labio. Katrin hizo lo mismo. Las chicas se miraron una a otra y sus expresiones no tenían precio.

- Así que, - levanté las cejas, - ahora mantengan la cara de póquer hasta que terminemos de pedir. La que no puede hacerlo, paga la cuenta.

Como si fuera una señal, las chicas jadearon y cerraron los ojos.

- Así no, - protesté, - ustedes van a mirarnos a los ojos y nosotros vamos a disfrutar de su expresión.

Un instante más tarde, el camarero vino a nuestra mesa. Las chicas se mantuvieron honorablemente. Fueron capaces de hacer su pedido sin problemas. El camarero se aclaró la garganta.

Cuando nos trajeron el aperitivo, nos apiadamos de ellas y prometimos apagar las máquinas para la comida si nos decían lo que realmente llevaban. Sabíamos que era algún chiche de un sex shop. ¿Pero cuál?

Nos explicaron que eran huevos vibradores. Cada uno es diferente, pero ambos se controlan a distancia cortas y ambos cuentan con una aplicación móvil que permite jugar a mayor distancia y programar diferentes vibraciones. Marcus silbó suave y apreciativamente. Entonces me miró con los ojos brillantes. Sí. También se me había ocurrido hacerles gastar bastante plata a las chicas.

Ellas nos sorprendieron, nosotros también las vamos a sorprender. Intercambiar los controles no es infidelidad, ¿verdad? Sé que a él le gusta Katrin, y supongo que él sospecha que a mí me gusta Anna. Sin decir nada intercambiamos nuestros controles a través de la mesa. Las dos chicas abrieron la boca sorprendidas.

- Parece que tienen hambre, chicas, - les sonreí, - así que buen provecho.

No hace falta decir que las chicas no fueron capaces de concentrarse en la comida. Y nosotros no estábamos mucho mejor. Saber lo que Marcus le estaba haciendo a Katrin durante la comida y lo que yo estaba haciendo con Anna era tan excitante que me sentía realmente incómodo sentado en la silla. Tuve que apagar el huevo después de un rato porque de lo contrario probablemente me habría ido en seco y sin comer. Marcus estaba igual que yo. Al cabo de un momento, Katrin le miró interrogante y levantando las cejas con una expresión divertida Las chicas ganaron sin problemas.

Después de cenar nos fuimos a nuestras habitaciones, pero antes de que pudiéramos recuperarnos, alguien toco la puerta. Eran Marcus y Anna con cara de satisfacción y una botella de vino. Imposible decir no.

- Tío, - empezó Marcus, justo después de tomar la primera copa, - Anna y yo tuvimos una idea. En realidad, se es algo que hacía tiempo se me había ocurrido, pero nunca lo había admitido. Pero cuando hoy vi lo bien que la estaban pasando ustedes, y vi lo que yo soy capaz de hacerle a Katrin, - dijo, sonriéndole a mi mujer. - Sabes a lo que voy.

Katrin me miró inquisitivamente, esperando a que dijera algo. Mierda, ¿y si meto la pata? Me conoce y sabe lo que pasa por mi cabeza.

Ella misma se encargó: - Si tuviera algo que decir al respecto, - se rió entre dientes, - probaría hacerlo al mismo tiempo y si los cuatro estamos interesados, podemos intentarlo. ¿Qué dices, Anna?

Anna, que estaba visiblemente cachonda tanto por el huevo como por el vino, tragó otro sorbo y levantó la vista: - En realidad, hace mucho que soñaba con eso y hoy me delaté, por eso Marcus sacó el tema.

- Pues ya está, - se rió Katrin y empezó a desabrocharme el cinturón. Un rato después, ya me sentía como si estuviese en una película. Ambas chicas se arrodillaron frente a nosotros y empezaron a tirarnos la goma. Marcus y yo estábamos tan nerviosos que ni siquiera bajamos las copas. Tomamos lo que quedaba en ellas y empezamos a acariciar el pelo de las chicas y a marcar el ritmo.

Katrin es la diosa de la mamada, me encanta de ella, pero ver a la otra pareja en natura y escuchar los gemidos y gruñidos es realmente otro cosa. Al poco rato, ya no podía aguantar más, y a juzgar por el ritmo de su respiración, Marcus estaba en la misma situación. Acabé y Katrin tragó con los ojos cerrados.  Anna tenía a Marcus profundo en la boca y lo miraba con devoción. Su culo se veía delicioso, y su blusa desabrochada exponía sus hermosas tetas. Era como un sueño del que no quieres despertar.

Cuando las chicas lamieron las últimas gotas y se levantaron, ambas se besaron y se pusieron cómodas en la cama. Marcus y yo fuimos al baño a lavarnos. Apenas cerramos la puerta, Marcus me dijo en voz baja: - ¡Mierda! Esto es algo que jamás he vivido. Las chicas una buena cogida, pero me tiemblan tanto las rodillas que no sé cómo lo haría sin un poco de ayuda.- Sacó una caja de su bolsillo y me la mostró.

- Eres mi salvación, - dije, - de tarado que soy, la dejé en casa.

- Menos mal que me tienes a mí, amigo, - se rió entre dientes, - y dentro de un rato las chicas tendrán lo que se merecen.

Cuando salimos del baño, ya limpios, encontramos a las chicas en la cama, jugando con sus chiches. Se reían como locas. Nos acostamos junta a ellas y les bajamos las bombachas, ya bastante mojadas en la entrepierna. Estaban tan mojadas que casi se podían escurrir. Los dos, como si nos lo ordenaran, enterramos la cabeza entre sus piernas y empezamos a lamer. Que lamer, beber, chorros salían de ahí. Las chicas mientras tanto empezaron a besarse. Empecé a apertar una de las tetas de Katrin, mientras Anna le jugaba con la otra. Al cabo de un rato, Katrin empezó a temblar.

- ¡Todavía no! - gruñó Marcus. Los dos nos detuvimos como si nos lo hubieran ordenado y las chicas chillaron incrédulas. Las dos. Marcus me hizo un gesto para que le hiciera sitio y empezó a chupársela a Katrin con tanta fuerza que ella arqueó inmediatamente la espalda.

Marcus la tenía clara. Le saqué el huevo a Anna y me dirigí al interior. Repentino y con fuera. Por el rabillo del ojo, pude ver a Katrin convulsionándose, disfrutando maravillosamente. Marcus se limpió la boca, tiró de la cuerda, sacó el huevo como yo había hecho hacía un momento, se arrodilló, atrajo a Katrin hacia sí y le enterró el palo. No las perdonamos y sus gemidos eran como música celestial.

- Métemela por atrás, - me susurró Anna al oído.

La saqué que se pusiera a cuatro patas, le di una palmada en el culo y se la volví a meter sin más. Marcus puso las piernas de Katrina sobre sus hombros y ella gimió suavemente. Le encanta que se la den una y otra vez, y Marcus tiene mucho que ofrecer. Yo tenía agarrada a Anna por culo y empecé a acelerar el ritmo. Ella se ayudaba con la mano y gemía de placer. Miré a Katrin y ella asintió sin decir palabra. Sabía lo que eso significaba y aceleré aún más. Anna empezó a temblar como un sauce, Katrin levantó la cabeza. Sabía las dos acabarían al mismo tiempo.

Monté a Anna como una yegua y miré a los ojos a mi mujer que estaba a punto de llegar al orgasmo con mi mejor amigo. Si no lo hubiese vivido, no lo habría creído. Y realmente ambas acabaron al mismo tiempo. Las contracciones de Katrina son irresistibles, Marcus ya no pudo aguantar. Balbuceó un par de veces y luego tartamudeó entre dientes. Los dos las llenamos casi al mismo tiempo y las chicas respiraban intermitentemente de agotamiento. Con la última sacudida, salí de Anna, apreté su nalga derecha y besé la izquierda. Se tumbó boca abajo y se puso de lado mirando a Katrin, que hizo lo mismo. Se sonrieron la una a la otra y luego a nosotros. Verlas agarrase la cabeza y besarse fue algo hermoso.

- Chicas, ustedes son de otro mundo, gracias. - Sacudí la cabeza con incredulidad.

- ¿Y yo no? - dijo Marcus, haciéndose el ofendido.

Los cuatro empezamos a reírnos. Esa noche quedó grabada en mi memoria de forma indeleble, minuto a minuto. El resto de la estadía disfrutamos del día en las pistas y de la noche en las habitaciones. Las chicas aprendieron algunos trucos más unas de otras y el segundo cuarteto con intercambio no se hizo esperar.

¿Y adónde creen que iremos de nuevo este año antes de Navidad y con quién?

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Lea también: El papel de la testosterona en la disfunción eréctil

Autora: Marina Deluca

 

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